Entre las cuatro esquinas de mi cama hallamos un santuario, una tierra de banderas blancas, de pactos con el tiempo. Detuvimos al destino durante un día e hicimos el amor desesperados, hicimos el amor esperanzados, pensando que era la última vez, deseando que solo fuera la primera de muchas.
Y no dejamos que ningún reloj se colase entre las sábanas, y yo te conocí de toda la vida y tú fingiste que compartiríamos los amaneceres. Mientras nos aprendíamos de memoria el uno al otro, nos mirábamos de frente y de perfil, nos observábamos con la luz encendida y nos palpábamos a oscuras, para tener un recuerdo de la paz, cuando el tiempo se cobrase las horas que nos negamos a vivir a su ritmo.
se amaron, se odiaron, se vieron, se asustaron, se fueron, se conocieron, se perdonaron, se abismaron...
ResponderEliminarQue bien sabe las cosas que nosotros nos empeñamos en detener (por qué será)
ResponderEliminarMe ha gustado muchisimo, S., pero mucho mucho. :)
Algo debe pasar cuando dos seres humanos se juntan y tratan de crear vida, o vamos más rápido que el tiempo que, parece que se detiene; o los segundos son inmensos, más largos y por lo tanto nos acerca el universo ¿Tú qué dices?,
ResponderEliminarque bien q escribes
ResponderEliminarfelicitaciones e ha encantado dar de casualidad con tu blog
seguire pasandome de vez en cuando a leer mas de ti
saludos desde argentina